Temperatura ideal en casa: guía completa para un hogar confortable, sano y eficiente
Mantener una temperatura agradable en casa no solo es cuestión de confort, sino también de salud y eficiencia energética. Nuestro hogar debe ser un refugio frente al frío invernal y el calor veraniego, garantizando el bienestar de toda la familia sin disparar las facturas de energía. Pero, ¿cuál es exactamente la temperatura ideal en una casa? ¿Debe ser la misma en invierno que en verano, o durante el día y la noche? ¿Y qué pasa si hay bebés, personas mayores o problemas de salud en casa? En esta guía actualizada respondemos a todas estas preguntas con las recomendaciones más recientes (2024) de organismos oficiales como IDAE, OMS, REHVA o ASHRAE, así como expertos en salud ambiental y eficiencia energética. También veremos la humedad relativa óptima para evitar problemas respiratorios, cómo influyen el aislamiento o la ventilación de tu vivienda en la temperatura interior, y consejos prácticos para ahorrar energía sin renunciar al confort.
Un salón de vivienda bien aislado y confortable, mantenido a la temperatura ideal.
¿Cuál es la temperatura ideal en casa durante el invierno?
En los meses fríos, los expertos coinciden en que la temperatura de confort en interiores debería rondar los 21 °C. De hecho, el IDAE (Instituto para la Diversificación y Ahorro de la Energía) recomienda mantener la calefacción alrededor de 21 °C para lograr un equilibrio entre bienestar y consumo responsable. Esta cifra no es casual: a 21 °C la mayoría de personas se sienten cómodas con ropa de invierno normal, sin pasar frío pero sin calor excesivo. Cada grado adicional supone un gasto energético mucho mayor (aproximadamente un 7% más de consumo por cada grado extra de calefacción, por lo que subir la temperatura a 24 °C o más podría disparar la factura sin realmente aumentar mucho el confort.
Ahora bien, 21 °C es una referencia general para personas sanas y activas en casa. La Organización Mundial de la Salud (OMS) sugiere que 18 °C es una temperatura mínima segura para la salud en ambientes interiores. Por debajo de ese umbral, el aire frío puede inflamar las vías respiratorias y empeorar condiciones como el asma o la EPOC. Por ello, **no se recomienda bajar de 18 °C** en las estancias principales. De hecho, varios expertos consideran que la recomendación de 18 °C se queda corta y que lo **ideal son al menos 20 °C** para el bienestar, especialmente en hogares con personas vulnerables:. En países europeos de clima frío-templado, muchas normativas nacionales toman 18–20 °C como temperatura mínima de calefacción para proteger la salud pública.
Durante el día, mantener entre 20 y 22 °C suele ser suficiente para una sensación agradable si estamos en movimiento o haciendo tareas tranquilas. Por la noche o en momentos de inactividad, se puede permitir que la temperatura baje un poco. **Por la noche**, de hecho, es recomendable **reducir la calefacción a alrededor de 17 °C** para dormir mejor y ahorrar energía. Nuestro cuerpo duerme más cómodamente en un ambiente algo fresco (en torno a 18 °C en el dormitorio es óptimo para el descanso. Además, contamos con el abrigo de la ropa de cama, por lo que no es necesario tener la casa tan caldeada como durante el día. El IDAE propone una horquilla de 15–17 °C por la noche en dormitorios, siempre que usemos edredones adecuados. En cualquier caso, **evita bajar de 15 °C en el interior** incluso de noche, ya que temperaturas demasiado bajas podrían causar sensación de frío al despertar y tardarás más en calentar la casa de nuevo por la mañana.
Por último, cabe mencionar que en España se han establecido recientemente límites de temperatura en edificios públicos para fomentar el ahorro energético: **máximo 19 °C para la calefacción** en invierno (en espacios como oficinas, tiendas, estaciones, etc.) En el hogar no es obligatorio seguir este límite, pero sí es un recordatorio de que no es necesario exceder ~21 °C para estar cómodo. Con un buen aislamiento y ropa abrigada, 19–21 °C pueden brindar un confort adecuado sin malgastar energía.
¿Y cuál es la temperatura ideal en verano?
En épocas de calor, el objetivo es lograr un ambiente fresco sin un consumo desmesurado de aire acondicionado. El consenso general es que una **temperatura interior de alrededor de 25 °C** es confortable en verano para la mayoría de personas. El IDAE recomienda situar el termostato del aire entre 25 y 26 °C durante los meses cálidos, valor que nos protege del calor exterior sin incurrir en un derroche de energía. A 25 °C, combinado con un ventilador de techo o de pie que mueva el aire, se puede estar muy a gusto incluso si fuera hay más de 30 °C.
Es importante **evitar diferencias bruscas entre la temperatura exterior e interior**. Los expertos aconsejan que la diferencia no supere los 6–12 °C. Por ejemplo, si en la calle hay 34 °C, no pongas el aire a 20 °C; sería un choque térmico para tu cuerpo al salir y entrar, favoreciendo los resfriados de verano. En su lugar, con 25 °C en casa tendrás un alivio de 9 grados que es suficiente para encontrarte bien sin riesgos. De hecho, muchos equipos de aire llevan incorporado un modo *“eco”* o *“comfort”* que suele fijar la consigna en torno a 24–26 °C.
¿Y por la noche en verano? Lo ideal es no abusar del aire acondicionado al dormir. Puedes programarlo a **~26 °C antes de acostarte** y apagarlo o ponerlo en modo ventilación durante la noche. Aprovecha para **ventilar por la noche** si el aire exterior refresca: la ventilación cruzada nocturna puede bajar varios grados la temperatura interior sin coste energético. Dormir a 26–27 °C con un ventilador suave y ropa de cama ligera suele ser preferible a poner el aire a 22 °C toda la noche (lo que podría resecar el ambiente y hacerte pasar frío de madrugada). Recuerda que **cada grado de más que subas el termostato del aire acondicionado ahorra aproximadamente un 8% de energía** en el consumo, así que no es necesario convertir tu casa en un congelador; tu bolsillo y tu salud lo agradecerán.
Temperatura recomendada para bebés, personas mayores y con problemas de salud
Cuando en casa hay bebés, ancianos o personas enfermas, debemos ser aún más cuidadosos con la temperatura. Estos grupos suelen ser más vulnerables tanto al frío como al calor extremos, y a veces no pueden expresar si tienen sensación térmica de discomfort. Los pediatras recomiendan mantener la habitación de un bebé entre 22 y 24 °C:. Los recién nacidos no regulan bien su temperatura corporal y pierden calor con facilidad, por lo que un ambiente ligeramente más cálido les aporta confort y seguridad (siempre vigilando que no suden o estén demasiado abrigados). A ~23 °C, un bebé puede dormir cómodo con un pijama adecuado y un saquito o manta ligera, evitando tanto el riesgo de sobrecalentamiento como de enfriamiento.
En el caso de las personas mayores o con ciertas enfermedades crónicas, la sensación de frío puede ser más acusada debido a una menor circulación sanguínea o menos actividad física. Por eso, **no se aconseja que la temperatura baje de 20 °C en hogares con ocupantes de edad avanzada o salud delicada**. Mantener el termostato en 20–22 °C en invierno para ellos suele ser apropiado. Incluso la OMS indica que para poblaciones vulnerables (ancianos, enfermos, niños pequeños) es preferible rondar los 20 °C en interiores durante épocas frías. Por otro lado, estas personas también son más sensibles al calor excesivo: en verano procura que la casa se mantenga por debajo de ~28 °C y muy bien ventilada, usando ventiladores o aire acondicionado moderadamente para que el ambiente no esté sofocante.
Un consejo práctico: coloca un termómetro ambiental en el dormitorio del bebé o de la persona mayor para monitorizar fácilmente la temperatura y humedad. Así podrás ajustar la calefacción, el aire acondicionado o la ventilación según convenga, asegurando en todo momento un entorno seguro y confortable para ellos. Y recuerda que, además de la temperatura, es importante evitar corrientes de aire directas y mantener una humedad adecuada para proteger su salud respiratoria.
La humedad relativa ideal y su impacto en la salud
No podemos hablar de confort interior sin mencionar la humedad relativa del aire. La humedad ambiental influye en cómo percibimos la temperatura y en nuestra salud respiratoria. Los expertos (incluida la OMS) aconsejan mantener la humedad en casa en torno a un 40–60%:. Este rango intermedio es el óptimo porque:
- Con una humedad **entre 40% y 60%** las mucosas de nariz y garganta se mantienen hidratadas, lo que mejora nuestras defensas frente a virus y alérgenos. En ambientes demasiado secos (menos del 30% de humedad), las vías respiratorias se resecan e irritan:, aumentando la susceptibilidad a resfriados, gripe e incluso al COVID-19. Además, la piel se agrieta y aparecen problemas de sequedad ocular.
- Una humedad **superior al 70%** de forma constante crea el caldo de cultivo perfecto para moho y ácaros. Los hongos proliferan en paredes húmedas (esas manchas negras de moho) y liberan esporas que pueden causar alergias y agravar el asma. Los ácaros del polvo también necesitan alta humedad (en torno al 70–80%) para prosperar, por eso reducir la humedad ayuda a controlar su población. Incluso los muebles, libros y estructuras de la casa pueden sufrir (maderas que se hinchan, pintura que se descascara) si hay exceso de humedad.
En síntesis, **lo ideal es rondar el 50% de humedad**. Tanto una atmósfera muy seca (<30%) como una demasiado húmeda (>70%) son perjudiciales. De hecho, un informe financiado por el Ministerio de Sanidad español señala que la combinación de **frío + humedad + moho** es uno de los factores de riesgo más altos para desarrollar enfermedades respiratorias, además de asociarse a mayor malestar psicológico:. Manteniendo tu casa en un rango de temperatura templada y humedad moderada, crearás un entorno mucho más saludable.
**¿Cómo controlar la humedad en casa?** Empieza por medirla con un higrómetro (muchos termómetros digitales ya la indican). Si descubres que tu casa está por debajo del 30% HR en invierno, puedes colocar humidificadores o recipientes de agua sobre los radiadores, e introducir más plantas de interior (las plantas transpiran humedad al ambiente). En cambio, si tienes más del 65% HR habitualmente, toma medidas para disminuirla:
- Ventila diariamente unos minutos, incluso en invierno. El aire exterior frío suele ser más seco, así que al renovarlo reduces la humedad acumulada adentro. Eso sí, ventila en las horas de menos humedad relativa exterior (en clima mediterráneo, hacia mediodía).
- Usa extracción en baños y cocinas: instala o enciende los extractores durante y después de la ducha o al cocinar, para expulsar al exterior el vapor de agua. Si no tienes extractor, al menos abre la ventana un rato. Evita también tender la ropa dentro; si es imprescindible, hazlo en la habitación más ventilada o cerca de una ventana abierta.
- Evita acumulaciones de agua: repara enseguida cualquier gotera o fuga, no dejes recipientes con agua estancada, y procura no tener excesivas plantas que requieran riego dentro de casa (un exceso de plantas con mucha agua puede elevar la humedad).
- Emplea deshumidificadores si es necesario. Los hay desde modelos portátiles eléctricos hasta sencillos absorbentes de humedad químicos (como los sobres de sílice o recipientes con sales especiales) para armarios y rincones. Un aire acondicionado en modo “dry” también extrae humedad del aire en verano (en invierno no se recomienda ese modo porque enfría el ambiente).
- Mejora el aislamiento: curiosamente, un buen aislamiento térmico reduce los problemas de condensación. Al tener paredes y ventanas menos frías, no se “condensa” en ellas el vapor del aire interior. Así evitas esas gotas en los cristales o moho en esquinas frías. Más adelante hablamos de aislamiento, pero ten en cuenta que aislar bien tu casa ayuda a controlar la humedad además de la temperatura.
Controlando la humedad lograrás un ambiente mucho más confortable. Notarás que en invierno una casa ligeramente húmeda (50–60%) se siente más cálida, mientras que en verano una casa seca (40–50%) se siente más fresca – ¡aunque el termómetro marque la misma temperatura!
Factores de la vivienda que influyen en la temperatura interior
La temperatura que percibimos en casa no depende solo de la calefacción o el aire acondicionado, **la propia vivienda** juega un papel clave. A continuación, repasamos cómo el aislamiento, la ventilación, la orientación y los materiales de tu casa pueden marcar la diferencia a la hora de mantener una temperatura ideal:
Aislamiento térmico
Un buen aislamiento es la base de un hogar confortable y eficiente. Paredes, techos, suelos y ventanas bien aislados mantienen la temperatura deseada dentro de casa por más tiempo, ya sea el calor en invierno o el frescor en verano. Esto significa que necesitarás menos horas de calefacción o aire acondicionado para estar a gusto. Por ejemplo, al aislar térmicamente una vivienda se puede ahorrar entre un 30% y 70% de energía en climatización, según el tipo de mejora realizada. Además, al reducir las pérdidas de calor y las infiltraciones de frío, eliminas esas zonas “heladas” o corrientes desagradables cerca de muros y ventanas. **¿Sabías que un techo mal aislado puede ser responsable de hasta un 30% de las pérdidas térmicas de una casa?** Por eso, invertir en aislamiento (fachadas, cámaras, dobles ventanas o rotura de puente térmico) se traduce en una casa más cálida en invierno y más fresca en verano de forma natural. Como beneficio añadido, un buen aislamiento también reduce humedades por condensación y mejora el aislamiento acústico.
Ventilación cruzada y renovación del aire
La ventilación natural bien aprovechada puede refrescar tu casa en verano sin coste. La ventilación cruzada consiste en abrir ventanas en lados opuestos de la vivienda para crear corrientes de aire. Así, el aire caliente acumulado dentro sale y entra aire más fresco del exterior. En viviendas bien diseñadas, las ventanas se ubican estratégicamente en fachadas opuestas y alineadas con los vientos dominantes locales:. **En días calurosos, lo ideal es ventilar a primeras horas de la mañana o por la noche**, cuando el aire de fuera sea más fresco, y mantener todo cerrado durante las horas de más calor. También existe la ventilación convectiva: aprovechar que el aire caliente tiende a subir para expulsarlo por ventanas altas o claraboyas, dejando que entre aire más frío por ventanas bajas o sótanos. En invierno, una ventilación breve (5-10 minutos al día) es necesaria para renovar el oxígeno y evitar humedad excesiva, pero hazla en las horas menos frías y evita corrientes prolongadas que enfríen la casa en exceso.
Orientación y tamaño de las ventanas
La orientación de tu vivienda determina cuánta radiación solar directa recibe a lo largo del día, lo cual impacta en la temperatura interior. En el hemisferio norte, la orientación **sur** recibe mucho sol en invierno (cuando el sol está bajo en el horizonte) y por tanto ayuda a calentar la casa de forma natural. Esto es positivo en climas fríos: grandes ventanales al sur pueden suponer una ganancia solar útil. Sin embargo, en verano esa misma orientación sur puede provocar sobrecalentamiento si no se controla la entrada de sol. La solución está en los elementos de protección pasivos: voladizos, aleros, persianas, toldos o láminas reflectantes que bloqueen la radiación solar directa en verano. Por ejemplo, un simple toldo en la ventana puede reducir hasta un 80% el calor entrante en las horas punta. Las ventanas orientadas al **este** recibirán el sol de la mañana (suave) y las del **oeste** el sol de la tarde (más intenso en verano, a tener en cuenta). Por su parte, las fachadas **norte** apenas reciben sol directo, lo que en invierno las hace más frías – conviene reforzar su aislamiento – pero en verano son las más frescas.
El tamaño y tipo de ventanas también influyen: ventanales grandes captan más sol y calor (útil en invierno, problema en verano), mientras que ventanas pequeñas mantienen mejor el calor interno pero pueden dejar la casa oscura. Un vidrio doble o triple con rotura de puente térmico es altamente recomendable: evita fugas de calor en invierno y de frío en verano. En climas cálidos, vidrios con tratamiento reflectante o películas de control solar ayudan a no recargar de calor la vivienda.
Materiales de construcción y colores
Los materiales de tu casa (tanto estructurales como acabados) tienen diferente capacidad de almacenar y transmitir calor. La inercia térmica es la propiedad de algunos materiales de absorber calor y liberarlo lentamente. Por ejemplo, paredes gruesas de piedra o ladrillo antiguo pueden mantener la casa fresca durante una ola de calor absorbiendo parte del calor diurno y liberándolo por la noche. Del mismo modo, retienen el calor interior en invierno más tiempo. Una casa con buena inercia térmica tiende a tener menos variaciones bruscas de temperatura entre el día y la noche. Sin embargo, si no está bien aislada, también puede costar más calentarla desde cero. En cambio, construcciones ligeras (tipo prefabricadas con paneles de madera) se calientan muy rápido pero también se enfrían pronto. Lo ideal es combinar una buena masa térmica con aislamiento, para amortiguar cambios pero sin perder energía.
El color de los materiales expuestos al sol es otro factor: los colores oscuros absorben más radiación solar, calentándose más, mientras que los claros la reflejan. Por eso en regiones cálidas abunda la arquitectura tradicional encalada de blanco (casas ibicencas, pueblos andaluces), que refleja el sol reduciendo la ganancia de calor. Un tejado de color claro puede reducir la ganancia de calor en un **25–35%** respecto a uno oscuro. En climas fríos puede interesar lo contrario en ciertas superficies (paneles solares térmicos negros para captar más calor del sol, por ejemplo). En todo caso, el color es como “la ropa” de la casa: úsalo estratégicamente según te interese atraer o repeler el calor solar.
Por último, considera la ubicación geográfica de tu vivienda. No es lo mismo mantener 21 °C dentro de casa en Burgos en enero que en Málaga. En zonas muy frías necesitarás más aislamiento y sistemas de calefacción potentes; en zonas cálidas húmedas, tal vez priorizar ventilación, sombreado y deshumidificación; en climas secos y extremos, aprovechar al máximo la inercia térmica, etc. Adaptar tu casa a las condiciones locales (lo que se conoce como diseño bioclimático) puede suponer hasta un 80% de ahorro de energía, según estudios de arquitectura sostenible. Así que siempre que puedas, mejora aquellos factores pasivos (aislamiento, ventilación, orientación, materiales) porque harán que tu hogar mantenga la “temperatura ideal” casi por sí solo.
Consejos para ahorrar energía sin sacrificar confort
A continuación, recopilamos una serie de consejos prácticos que te permitirán mantener tu casa en la temperatura adecuada gastando lo mínimo imprescindible. Son pequeñas acciones cotidianas y mejoras sencillas que marcan una gran diferencia en eficiencia energética:
- Aprovecha el sol en invierno: El sol es tu aliado cuando hace frío. Abre cortinas y persianas en las horas de sol para calentar gratis las habitaciones. Deja que la luz solar entre especialmente por ventanas orientadas al sur y oeste. Al caer la tarde, cierra persianas, cortinas y contraventanas para conservar ese calor acumulado y aislar del frío nocturno.
- Mantén la casa a oscuras en verano: En épocas de calor, haz lo contrario: baja persianas y corre cortinas durante las horas de sol intenso (mediodía y tarde) para impedir que los rayos calienten el interior. Ventila por la noche o primeras horas, y a media mañana cierra todo para atrapar el aire más fresco dentro. Un truco: instala estores o láminas reflectantes en las ventanas más expuestas al sol veraniego, reducirás mucho la entrada de calor.
- Ventila de forma inteligente: Renovar el aire es necesario, pero hazlo causando el menor impacto térmico. Como vimos, aprovecha la ventilación cruzada en momentos oportunos (no dejes ventanas horas abiertas con la calefacción encendida, por ejemplo). En invierno, con 5 minutos de corriente fuerte se intercambia casi todo el aire de una habitación sin enfriar paredes y muebles. En verano, crea corriente al anochecer para disipar el calor acumulado.
- Usa el termostato y programa horarios: Si tu sistema de climatización lo permite, programa diferentes temperaturas según franjas horarias. Por ejemplo, que la calefacción baje a 17 °C mientras duermes y vuelva a 21 °C una hora antes de que te levantes. O que el aire acondicionado se apague automáticamente de madrugada. Un termostato inteligente puede facilitarte esta tarea e incluso aprender de tus hábitos para optimizar el consumo.
- No calientes ni enfríes estancias vacías: Parece obvio, pero a veces climatizamos habitaciones que no usamos. Cierra los radiadores o rejillas de aire en cuartos desocupados y mantén la puerta cerrada para que no se lleven el calor del resto de la casa. Del mismo modo, apaga el aire acondicionado si vas a salir un buen rato (no tiene sentido enfriar la casa para nadie). Puedes mantener una temperatura de mantenimiento (por ejemplo 15 °C en invierno) para que luego cueste menos volver a confort, pero sin gastar de más cuando no estás.
- Equípate con sistemas eficientes: A la hora de renovar electrodomésticos o sistemas de climatización, fíjate en la etiqueta energética. Un equipo inverter (ya sea un aire acondicionado, una bomba de calor o una caldera modulante) ajusta su potencia según la demanda y evita los ciclos de encendido/apagado constantes, ahorrando mucha energía. Por ejemplo, un aire acondicionado inverter puede consumir hasta un 30% menos que uno tradicional al mantener 25 °C constantes sin arrancar el compresor a máxima potencia cada vez.
- Mantenimiento al día: Purga los radiadores al inicio del invierno (el aire en los circuitos reduce su eficacia), limpia o sustituye los filtros del aire acondicionado cada temporada, y verifica el sellado de ventanas y puertas. Un sistema limpio y en buenas condiciones funciona más eficientemente: por el contrario, unos filtros sucios o un burlete desgastado pueden hacer que pierdas hasta un 20% de rendimiento.
- Vístete acorde a la temporada: En lugar de poner la casa a 26 °C en invierno e ir en manga corta, abrígate un poco dentro de casa. No es necesario llevar abrigo, pero con un jersey ligero estarás cómodo a 20–21 °C sin notar frío. Igualmente, en verano viste ropa fresca en casa para no tener que bajar el aire de 25 °C. Es mejor adaptar nuestra indumentaria a la estación que pretender que la casa sea un oasis tropical en enero o un iglú en agosto.
- Apoyo de elementos pasivos: Si tienes ventiladores de techo, úsalos: consumen poquísima electricidad y mejoran la sensación térmica (en verano el aire en movimiento equivale a estar ~3 °C más fresco). En invierno, algunos ventiladores tienen modo inverso para destratificar el aire (empujan el aire caliente acumulado en el techo hacia abajo). También puedes usar alfombras gruesas en invierno para aislar suelos fríos, y toldos o vegetación de hoja caduca en exteriores para dar sombra en verano pero dejar pasar el sol en invierno.
En resumen, con estos hábitos y mejoras lograrás mantener la temperatura ideal en tu hogar **gastando mucho menos**. Tu casa estará fresca en verano y cálida en invierno de forma más natural, y notarás la diferencia en tus facturas de luz y gas. ¡El confort sostenible es posible aplicando estos pequeños trucos en el día a día!
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Preguntas frecuentes
¿Cuál es la temperatura ideal en casa durante el invierno?
Para un adulto sano, se recomienda alrededor de 21 °C durante el día en invierno. Este rango proporciona confort sin un gasto excesivo de calefacción. No obstante, **no bajes de 18 °C** en las estancias principales, ya que la OMS indica que por debajo de esa temperatura aumentan los riesgos para la salud. Lo ideal es mantener entre 19 y 22 °C cuando estés en casa y activo, y puedes dejar que baje a unos 17 °C por la noche o cuando no haya nadie (con el abrigo de la ropa de cama es suficiente para dormir bien). Recuerda que cada grado de más en la calefacción supone un incremento del consumo de hasta un 7% – abrigándote ligeramente, estarás cómodo a 20–21 °C y ahorrarás dinero.
¿Y la temperatura ideal durante el verano?
En verano, una temperatura interior de 25 °C es adecuada para la mayoría. Con ~25 °C y algo de ventilación (por ejemplo, ventiladores de techo) se puede estar muy confortable incluso si fuera hace mucho calor. Evita poner el aire acondicionado por debajo de 22–24 °C, ya que, aparte de gastar mucha más energía, puedes generar un contraste muy brusco con el exterior (lo que favorece resfriados). Los organismos oficiales aconsejan no más de 6–12°C de diferencia con la calle. Así que si fuera tienes 35 °C, con 24–26 °C dentro estarás bien. Por la noche, intenta no usar el aire toda la noche; enfría la casa a 25 °C antes de dormir y aprovecha la ventilación nocturna. Cada grado que aumentes el termostato del aire (por ejemplo de 24 a 25 °C) supone un ahorro de alrededor del 8% en el consumo, así que es preferible estar a 25 °C con un ventilador que a 20 °C con el aire a tope.
¿Cuál es la mejor temperatura para dormir?
Lo ideal para dormir bien es un ambiente algo más fresco que durante el día. Los expertos recomiendan alrededor de 18 °C en el dormitorio para un adulto. A esa temperatura el cuerpo descansa confortablemente bajo las sábanas o edredón, sin pasar ni frío ni calor. Dormir con más de 21–22 °C puede hacer el sueño más inquieto (tendemos a destaparnos si tenemos calor). Por otro lado, temperaturas por debajo de ~16 °C tampoco son recomendables porque el metabolismo se acelera para entrar en calor y el sueño puede no ser tan reparador. Así que, en invierno, programa tu calefacción para que baje a ~18 °C por la noche. En verano, intenta que la habitación no supere los 26–27 °C; si hace mucho calor, ayuda un ventilador o aire acondicionado suave al comienzo de la noche, pero evitando corrientes directas continuas. Para bebés, suele aconsejarse un pelín más templado (unos 20 °C al dormir), ya que ellos son más sensibles a enfriarse.
¿Qué temperatura debe tener la habitación de un bebé?
Para un bebé pequeño, la recomendación general es mantener su habitación entre 22 y 24 °C. Los recién nacidos pierden calor fácilmente y no pueden regular tan bien su temperatura corporal, por lo que necesitan un ambiente confortablemente cálido, pero sin excesos. En la práctica, ~23 °C es una buena referencia: el bebé podrá dormir con un pijama y un saquito o manta ligera, sin riesgo de sobrecalentamiento (que ocurre si la habitación está demasiado caliente o si va demasiado abrigado) y sin riesgo de enfriarse. Un truco es tocarle la nuca: si la tiene muy caliente o sudorosa, es que tiene calor; si la tiene fría, es que le falta abrigo o ambiente. Ve ajustando la ropa de cama y la temperatura hasta que lo notes a gusto. **Importante:** evita corrientes de aire directas sobre el bebé (no coloques la cuna justo debajo del aire acondicionado o de una ventana abierta) y mantén una humedad moderada (~50%) en su cuarto para que respire bien.
¿Cuál es la humedad relativa adecuada dentro de casa?
La humedad relativa ideal en un hogar se sitúa entre el 40% y el 60%. En ese intervalo estamos cómodos y protegemos nuestra salud respiratoria. Si la humedad baja de ~30%, el aire está demasiado seco: notarás garganta y piel resecas, puede aumentar la estática y los virus como la gripe sobreviven más fácilmente en ambientes muy secos. Por el contrario, una humedad sostenida por encima del 70% favorece la aparición de moho en paredes y techos, la proliferación de ácaros del polvo y en general empeora la calidad del aire (ambiente bochornoso y con olores a humedad). Por eso, mantén la casa ventilada a diario para renovar el aire húmedo, usa deshumidificadores o extractores en zonas problemáticas (baños, sótanos) y soluciona posibles filtraciones o condensaciones. Con un nivel de humedad alrededor del 50%, la sensación térmica será más agradable: en invierno el aire húmedo se siente un poco más cálido, y en verano un aire algo seco se siente más fresco. Siempre que notes condensación en las ventanas o paredes, es señal de humedad alta – ventila más o sube un poco la calefacción (el aire caliente reduce la humedad relativa). En cambio, si tienes menos de 30% en el higrómetro, pon humidificadores o incluso recipientes de agua en los radiadores para añadir humedad al ambiente.
CONTENIDO VALIDADO POR MARÍA LUISA DE LA RUBIA
Socia Fundadora en Reformadisimo