Luz y sombra se necesitan y un proyecto de iluminación es también un proyecto de sombras. La magia de la luz fundamenta su seducción en el drama de la sombra, desde el punto de vista emocional. Y el buen diseño de iluminación no solo distribuye adecuadamente la luz, sino que, además, respeta zonas de sombra.

 

El valor más evidente de la sombra es su papel revelador del volumen de los objetos. Tal condición sustenta nuestra percepción del espacio. Esa capacidad comunicativa de la sombra revela sus diversos valores posibles en la arquitectura: un exceso de patrones luminosos conviviendo en la misma estancia resta fuerza expresiva al conjunto; por lo tanto tenemos que evitar la uniformidad en la iluminación de objetos y estancias porque dificulta su comprensión.

Otro valor de la sombra es su condición de territorio luminoso habitable: la penumbra. Penumbra no es un compromiso entre luz y oscuridad, y no es el efecto de atenuar las luces. La penumbra existe como una condición limite, un umbral característico de una situación diurna: no puede haber penumbra si no hay plena luz.

En occidente el más poderoso aliado de la belleza ha sido siempre la luz; en cambio, por ejemplo, en la estética tradicional japonesa lo esencial está en captar el enigma de la sombra. “Lo bello no es una sustancia en sí, sino un juego de claroscuros producido por la yuxtaposición de las diferentes sustancias que va formando el juego sutil de las modulaciones de la sombra.” El Elogio de la Sombra (1933) – Junichiro Tanizaki.

La luz y la sombra deben ser consideradas como materiales de construcción en sí. Son esenciales a la hora de formar la percepción de la belleza, la función y la forma en la arquitectura. Definen los espacios y la escala, establecen ritmos de orden estructurado, crean ambientes íntimos o vibrantes, y sirven como elementos de un segundo plano o de un punto focal a destacar.

La manifestación cada vez más presente de la penumbra en la arquitectura contemporánea no es un resultado de un defecto o de una falta de iluminación. Es una elección que revela la intención del diseñador; una condición capaz de abarcar la más amplia gama de diferentes situaciones cotidianas. El equilibrio entre la luz y la penumbra marca la calidad ambiental de un edificio y la calidad de vida de las personas que lo habitan.