El calorifugado es un proceso utilizado en la construcción y reformas para aislar térmicamente tuberías, conductos, depósitos y superficies, con el objetivo de minimizar las pérdidas o ganancias de calor y optimizar la eficiencia energética. Este aislamiento térmico se aplica tanto en instalaciones de calefacción y agua caliente sanitaria como en sistemas de climatización o refrigeración, protegiendo las instalaciones y mejorando el rendimiento energético de la vivienda.
En el caso de viviendas, el calorifugado es fundamental para mantener la temperatura adecuada en tuberías que transportan agua caliente, evitando que el calor se disipe antes de llegar a su destino. Esto no solo reduce el consumo energético, sino que también prolonga la vida útil de las instalaciones al prevenir condensaciones o sobrecalentamientos. Para sistemas de refrigeración, el calorifugado evita que las tuberías absorban calor del ambiente, asegurando un rendimiento óptimo.
Los materiales más utilizados para el calorifugado incluyen espuma elastomérica, lana mineral, poliuretano, y caucho sintético, cada uno con propiedades específicas según las necesidades de la instalación. Estos materiales se aplican en forma de mantas, tubos preformados o revestimientos flexibles que se adaptan a las dimensiones de las superficies a aislar. Además, el calorifugado protege las instalaciones de daños causados por cambios bruscos de temperatura, humedad o corrosión.
En reformas de viviendas, el calorifugado es una solución eficaz para mejorar la eficiencia energética y reducir los costes de calefacción y refrigeración. Su implementación asegura un mayor confort térmico, optimizando el rendimiento de los sistemas y contribuyendo a un hogar más sostenible.